Bruno Cortes Fotoperiodista
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Cine

La segunda edición del Festival de Cine Canadiense está dedicada a la obra fílmica del realizador David Cronenberg en un ciclo titulado 'El Universo Orgánico de David Cronenberg'

Como el año anterior, no faltarán las conferencias que complementen las proyecciones --incluida la que hoy por la tarde ofrecerá el propio cineasta--, actividades que se realizarán en las instalaciones de la Cineteca Nacional.


PROYECCIONES
Viernes 6
Transfer (1966, corto) / Stereo (1969), 16:30
Crímenes del Futuro (1970), 21:00

Sábado 7
Parásitos Asesinos (1975), 16:30
Rabia (1977), 19:00

Domingo 8
Engendro del Diablo (1979), 16:30
Telépatas, Mentes Destructoras (1981), 19:00

Lunes 9
Cuerpos Invadidos (Canadá-EU, 1983), 16:30
Zona Muerta (EU, 1983), 19:00

Martes 10
La Mosca (EU, 1986), 16:30
Gemelos de la Muerte (Canadá-EU, 1988), 19:00

Miércoles 11
Almuerzo al Desnudo (Canadá-Reino Unido-Japón, 1991), 16:30
M. Butterfly (EU, 1993), 19:00

Jueves 12
Crash, Extraños Placeres (Canadá-Francia-Reino Unido, 1996), 16:30
Existenz (Canadá-Reino Unido-Francia, 1999), 19:00

CONFERENCIAS
Viernes 6
Cronenberg sobre Cronenberg: Conferencia Magistral impartida por David Cronenberg, 18:00 (*)

Martes 10
Conferencia Magistral del Profesor William Beard, de la University of Alberta y autor del libro 'The Artist as Monster: The Cinema of David Cronenberg', 18:00

Miércoles 11
Conferencia Magistral del Profesor Bart Testa, del Innis College, University of Toronto y autor del ensayo 'Panic Pornography: Videodrome from Production to Seduction', 18:00

Jueves 12
Mesa redonda sobre el Cine de David Cronenberg con la participación de William Beard, Bart Testa, Leonardo García Tsao, Nelson Carro y Fabián Giménez Gatto, 18:00

SEMINARIOS
Martes 10
El Universo Orgánico de David Cronenberg, por William Beard, 18:00

Miércoles 11
El Universo Orgánico de David Cronenberg, por Bart Testas, 18:00

Las proyecciones se realizarán en la Sala 2 y las conferencias y seminarios en la Sala 4, salvo (*), que también se efectuará en la Sala 2. Cineteca Nacional, Av. México-Coyoacán 389, Xoco.

Los Vampiros del cine nacional

Por Jorge Carrasco V.
No tienen los blasones de sus ancestros de Transilvania. Tampoco la exótica presencia de Bela Lugosi, o el sex appeal de Christopher Lee. Sus poderes resultan más bien modestos. Pero nada de eso les impide ser unos villanos de primera categoría: son los vampiros del cine nacional, que siempre sedientos de sangre, llegaron para quedarse.
La primera cinta nacional que trató el tema de los vampiros fue la versión en español de Drácula, filmada al mismo tiempo que la obra maestra de Tod Browning por George Medford con Carlos Villarias, Lupita Tovar y Barry Borton.

De Transilvania a Sierra Negra

Tuvo que pasar más de un cuarto de siglo para que un vampiro reapareciera en las pantallas nacionales. Pero la espera valió la pena, ya que la mayoría de los críticos coincide que la mejor cinta de vampiros nacional es la que Fernando Méndez filmó en 1957 con Germán Robles en el papel del conde Karol Lavud (Duval al revés). El noble llega de Hungría a una vieja hacienda en Sierra Negra, para tratar de chuparse a la bella Eloísa (Ariadne Welter), pero es derrotado por el doctor Saldívar (Abel Salazar), quien le clava la consabida estaca en el corazón.
El guión de Ramón Obón respetaba todas las convenciones del género y la hábil fotografía en blanco y negro de Rosalio Solano, llena de niebla y efectos creaba una atmósfera fantástica bien complementada con la escenografía de Gunther Gerzo y la música ambiental de Gustavo César Carreón. Todos estos elementos, se conjugaron para lograr un auténtico clásico de terror, que convirtió a Robles en el vampiro por excelencia del cine nacional.
La exitosa fórmula se repetiría ese mismo año con los mismos ingredientes en El ataúd del vampiro, pero ya sin el mismo éxito.
Lavud era desenterrado y llevado al hospital Louis Pasteur, por un ambicioso médico (Guillermo Orea) que quería hacer experimentos celulares, solamente para ser derrotado nuevamente por Salazar, que no en balde era el productor de la cinta.
Lo único notable del filme era la muerte del villano. Saldívar arrojaba una lanza contra el vampiro mientras volaba y éste quedaba empalado en la pared como una mariposa.
Dos años después Robles estelarizó una serie de cuatro filmes de Fernando Curiel, La maldición de Nostradamus, Nostradamus, el genio de las tinieblas, Nostradamus y el destructor de monstruos y La sangre de Nostradamus, que poco aportan al género y que solamente trataron de aprovechar la presencia de Robles, convertido ya para siempre en el vampiro del cine nacional, enfrentándose a Domingo Soler y a Julio Alemán.
El mundo de los vampiros filmada en 1960 por Alfonso Corona Blake, presentaba la particularidad de que el vampiro interpretado por el debutante argentino Guillermo Murray (Sergio Sutabi), era encantado cual serpiente por Mauricio Garcés tocando el piano, aunque solamente para clavarle la consabida estaca.
En ese tenor proliferarían los villanos alados, que estelarizarían La invasión de los vampiros y El conde Frankenhausen, de Miguel Morayta.
Aquí el vampiro interpretado por Carlos Agosti era combatido con ácido górico (no confundirlo con el bórico que se usa para el mal olor de pies) y que se obtiene de la raíz de la mandrágora.
La segunda cinta tenía un final abierto que mostraba al conde huyendo convertido en vampiro y amenazando con regresar posteriormente.
Ya asentando sus reales en el cine nacional, no es de extrañar que hayan incursionado hasta en un western Los murciélagos de Juan José Ortega, quinta parte de la saga de Leonardo Moncada, un vaquero interpretado por Joaquín Cordero.
Eric del Castillo encarnaría al vampiro menos seductor del cine nacional en El imperio de Drácula de Federico Curiel en 1966. Y es que Draculstein no hipnotizaba a sus víctimas, ni las conquistaba con sus encantos. Simplemente se les aventaba encima y les chupaba la sangre ahora sí que a punta de fregadazos y si no baste preguntarle a Lucha Villa, la heroína de la cinta.
Y ya en plena fiebre cosmopolita se les convirtió en Los vampiros de Coyoacán de Arturo Martínez con Germán Robles haciendo un regreso al género y a Mario Cid, el argumentista, como el vampiro.

Vampiros contra luchadores

Cualquier luchador que se precie de tal en el cine nacional, debe enfrentarse a dos caídas de tres, sin límite de tiempo, con los colmilludos insepultos.
Santo, el enmascarado de plata se vería las caras con los vampiros en varias ocasiones. La primera de ellas fue en 1962 bajo las órdenes de Alfonso Corona Blake, en Santo contra las mujeres vampiro, en la que las bellas Lorena Velázquez (Zorina) y Ofelia Montesco (Tundra) se paseaban como modelos en la pasarela, lo que no impedía que la crítica francesa, alentada por escenas hechas para la exportación, las considerara lesbianas y descubriera virtudes desconocidas en ellas para el espectador nacional.
Como las bellas formas de las vampiras no merecían que se les clavara una estaca en sus voluminosos pechos, perecen cuando la luz del sol entra en forma de cruz en su lóbrego sótano.
El enmascarado de plata volvería a verse las caras con otro vampiro, esta vez el Barón Brakola en Profanadores de tumbas de José Díaz Morales.
En 1968, en Santo en el tesoro de Drácula de René Cardona, el enmascarado de plata viajaría en una máquina del tiempo para enfrentarse a Alucard (Aldo Monti de nueva cuenta), para salvar a Noelia Noel y quedarse con el tesoro para ayudar a los necesitados. La modernidad parecía haber llegado ya al género, pues los vampiros eran eliminados ¡mediante una explosión!
Conviene señalar que en la cinta se incluían desnudos en la versión de explotación, que obviamente no se vieron aquí.
El enmascarado de plata se las tuvo que ver de nueva cuenta con esculturales rivales en Santo en la venganza de las mujeres vampiro de Federico Curiel, con Gina Romand como la condesa y Aldo Monti como el príncipe de las tinieblas, con nuevos desnudos no aptos para el público nacional.
Como la fórmula comenzaba a agotarse, se decidió convertirla en una lucha de parejas en Santo y Blue Demon contra los monstruos de Gilberto Martínez Solares, en la que el vampiro David Alvirez era solamente uno de los villanos.
Esta taquillera asociación se repitió en 1972, cuando Santo y Blue Demond se enfrentaron a Drácula y el Hombre Lobo de Miguel M. Delgado. De nueva cuenta el argentino Aldo Monti salió del sarcófago de Transilvania, para ser derrotado por los luchadores.
Blue Demon había combatido en solitario contra los insepultos volátiles en La sombra del murciélago (1966) de Federico Curiel, en la que el villano era una especie de heredero del Fantasma de la ópera interpretado por Jesús Velázquez.
Sin los blasones de sus antecesores, Mil máscaras también se enfrentaría a los villanos en Las vampiras (1966), en la que John Carradine asistía impávido a la lucha por el poder entre bellas vampiras.
Chanoc, también se enfrentaría a los vampiros en dos ocasiones en
Chanoc contra el tigre y el vampiro y Chanoc y el hijo del Santo contra los vampiros asesinos. En la primera cinta de Gilberto Martínez Solares, el héroe se enfrentaba al conde Frankenhausen interpretado por Miguel Gurza, y daba cuenta también de una de las vampiras con más prominente busto, Lina Marín.
En la segunda de Rafael Pérez Grovas, la última de esa serie, el héroe interpretado ahora por Nelson Juárez resultaba ya hasta cantante de ranchero, y se enfrentaba a una banda de contrabandistas que semejaban ser vampiros ¡utilizando papalotes con imágenes de vampiros!

Liberación vampírica

Y así como en otros campos, la liberación femenina pareció llegar a las cintas de vampiros nacionales.
Primero fue Ana Luisa Peluffo la que personificó a una hembra sedienta de sangre en la barroca Angeles y querubines, el debut como director de Rafael Corkidi, hasta entonces fotógrafo de Alejandro Jorodowski.
Posteriormente Cristina Ferral estelarizó Mary Mary, Bloody Mary de Juan López Moctezuma (1974), como una chupadora moderna de sangre.
Y finalmente Tina Romero estelarizó Alucarda, la hija de las tinieblas, del mismo director, que incluso se filmó en inglés con la esperanza de internacionalizar su producto terrorífico.

Con los colmillos de fuera

Pese a sus impresionantes colmillos, algunos de los insepultos han sido utilizados solo como meros comparsas u objetos de burla de cómicos decadentes
En su año de debut, Germán Robles aceptó ser uno de los habitantes de El castillo de los monstruos de Julián Soler, que ponían a temblar a Clavillazo.
Quintín Bulnes fue uno de los intérpretes de Caperucita y Pulgarcito contra los monstruos de Roberto Rodríguez, filmada en 1960 y puede vanagloriarse de ser el primer mexicano en interpretar a un vampiro.
Tan exitoso resultó su personaje que lo repitió en otra comedia llamada Frankenstein, el vampiro y compañía de Benito Alazraki, una aburrida astracanada.
Y ese mismo año, el buen Fernando Soto Mantequilla, se disfrazó de vampiro con tal de quedarse con una millonaria herencia en un par de películas llamadas Échenme al vampiro y La casa de los espantos, dirigidas por Alfredo B. Crevenna.
El regordete Capulina se enfrentó a ellos en dos ocasiones, Capulina contra los vampiros de 1970 de René Cardona, con Juan Gallardo como Draka y la exuberante Rossy Mendoza como Vampa, justificando todo como un simple sueño del cómico.
Tres años después Miguel Morayta filmaría otra variante, Capulina contra los monstruos, en la que los vampiros pasaban a convertirse en meros comparsas.
Sintomáticamente las últimas cintas sobre el género, lo tomaron a chunga.
Chiquidrácula puede reclamar el mérito de tener al vampiro más pequeño y al más sangrón de todos en la persona de Carlitos Espejel, que en Chiquilladas había creado a ese personaje. Pero en la cinta, se disfraza de vampiro, solamente para quitarle lo briago a su padrino Resortes, en una de las peores películas de todos los tiempos.
La última cinta de este género es El vampiro teporocho de Rafael Villaseñor Kuri (1989), en la que Drácula (Pedro Weber Chatanooga) es una simple curiosidad de feria que habla en verso y que se convirtió en vampiro por no obedecer a sus padres.

By Cavernet